miércoles, 16 de junio de 2010

Locura y Dinámica

¿Cuál es el primer síntoma de la locura?

La confusión, el delirio, la apatía, el sinsentido y la absurdidad del pensamiento, son rasgos que hace ya un tiempo he adquirido. Sin saber – de hecho, como siempre- por qué demonios sigo intentando encontrar un motivo por el cual estar perdiendo la cabeza, y tal vez sea la carencia de motivo y de motor lo que hace que la pierda.

La celeridad de la enfermedad es vertiginosa, se expande como un vasto océano, como una tormenta descontrolada. Poco a poco, se pierde la identidad del sentido, intentas buscar pequeños resquicios de cosas que un día fueran tuyas, pero no las reconoces. Los recuerdos, las melodías, las fragancias, el suave tacto de todo aquello que importaba; asistes desesperadamente a la pérdida de todo lo que antaño te caracterizaba, y te preguntas irremediablemente y sin respuesta, la condición a la que has evolucionado.

El proceso de desquiciar los sentidos y la percepción es fulminante, te pierdes en un remolino de pensamientos confusos, de instintos que subyacen tu conciencia, sueños que se representan en la realidad. La noción de lo que es real y de lo que se representa en tu mente empieza a ser cada vez más borrosa y las cosas ya no parecen tan arraigadas al mundo, de algún modo, estás aislado en un extraño universo en el que de repente habita tu conciencia.

Diversos y fantásticos son los personajes que habitan en tu nueva mente desbocada, y muy bien alcanzas a conocer su naturaleza, su propósito, su oscura finalidad. ¿Cómo se olvida lo que nunca ha sucedido? ¿Cómo se exalta el instinto sin contactar con la realidad? El fundamento es absurdo, pero rige todos tus pensamientos, domina tus actos y aparece en tus sueños… el cruel fetichismo de la condición humana.

Pero hay una salida al vacío hipnótico, una presente puerta a la vida, a la afirmación de la vida (como decía aquél tempranamente), no todo es inútil aunque así lo parezca al entendimiento, cuando éste no entiende el propósito ni la dirección, cuando no ve dónde puede hallar descanso, pues se haya tal vez en aquello que él más repugna, aquello de lo que más adolece, aquello que día a día se imprime a fuego en nuestro subconsciente, de lo que yo puedo ser testigo cuando esa realidad empieza a desbocarse, pues todo reside en la reivindicación de la intuición, la perdida intuición, a un nivel que todavía desconocemos, que no podemos alcanzar. Una fase, un abismo, un nuevo salto que se dibuja en claroscuros en las visiones y en los delirios.

¿Qué haremos ante tal abrumadora manifestación?

¿Seguiremos callados y sumisos a las fútiles condiciones de todo aquello que debe ser? ¿O responderemos con una fuerte ofensiva, enalteciendo los sentidos, censurando la moral y el sentido, rompiendo la opresión y creando nuestro propio dinamismo?

Hay, como he dicho, una puerta de salida.